
La llegada de la inteligencia artificial plantea preguntas sobre lo que define estar 'vivo.' Si una entidad puede pensar, aprender, evolucionar e incluso sentir en un nivel simulado, ¿qué la distingue fundamentalmente de un ser cognitivo basado en la biología? Este dilema hace obsoleta la dicotomía en blanco y negro de 'vivo' e 'inanimado', desafiando así los cimientos de nuestros marcos éticos. El aumento exponencial de las tecnologías de ingeniería genética como CRISPR presenta otro reto filosófico. La alteración de la composición genética de un individuo puede cambiar sus rasgos físicos y cognitivos.
¿Quién tiene la autoridad para determinar la naturaleza de estos cambios, y qué impide que esta tecnología se convierta en una herramienta para crear seres intelectualmente o físicamente superiores? A medida que la tecnología nos otorga la capacidad de moldear nuestro mundo en una escala hasta ahora imposible, nos enfrentamos a preguntas sobre la naturaleza de la responsabilidad social. ¿Podemos justificar compromisos en las libertades individuales por el bien mayor de la sociedad, como se ve en las tecnologías de vigilancia y la recopilación de datos personales? ¿Dónde está el equilibrio entre la seguridad, la estabilidad y la libertad individual?
La relación entre la tecnología y la desigualdad social presenta otro dilema. Los avances tecnológicos tienen el potencial de agrandar las divisiones sociales existentes debido al acceso diferencial y los beneficios resultantes. Entonces, ¿quién tiene acceso a estas tecnologías y en qué condiciones es una cuestión con la que los éticos deben lidiar? Es fascinante notar que las tecnologías emergentes no solo moldean nuestras conceptualizaciones de la sociedad y la ética individual, sino que también ofrecen herramientas para comprender mejor nuestras preguntas filosóficas.
Las simulaciones por computadora nos han permitido poner a prueba algunos de los dilemas éticos más antiguos y experimentos de pensamiento filosófico a gran escala. Así, los avances tecnológicos han revuelto nuestra comprensión de la ética mientras ofrecen claridad. A medida que nos acercamos a este valiente nuevo mundo con sus implicaciones éticas, una cosa es evidente: no solo estamos creando tecnologías, sino que a su vez estamos siendo moldeados por ellas. En consecuencia, nuestros marcos éticos y normas sociales también deben evolucionar para encapsular estos cambios.
Nuestra respuesta a estos desafíos, como especie, determinará el futuro de la interacción ética en la sociedad: un futuro fundamentado en realidades tecnológicas en evolución. En conclusión, aunque las tecnologías emergentes nos presentan considerables desafíos filosóficos y éticos, también nos brindan una oportunidad: reevaluar fundamentalmente nuestros valores y expandir nuestra comprensión de los constructos éticos. Equilibrar el inmenso potencial que tienen para el progreso social con la esencial preservación de la dignidad humana, la justicia, la equidad y la libertad es el meollo de este dilema filosófico.