CHAPTER 2 - Cerro Fitz Roy

Barbra Dender se dirige hacia el Cerro Fitz Roy con un mapa antiguo y una brújula desgastada. Su travesía por el terreno accidentado enfrenta resistencia, ya que los lugareños, conscientes de la leyenda, se niegan a ayudarla. A pesar de los vientos fríos y los caminos difíciles, la determinación de Barbra sigue intacta, pero la primera pista que encuentra parece llevarla a un callejón sin salida. Una anciana en el pueblo insinúa que sabe más, pero se mantiene sospechosamente en silencio.
El sol de la mañana proyectaba un tono dorado sobre el paisaje áspero de la Patagonia mientras Barbra Dender se dirigía hacia el enigmático Cerro Fitz Roy. El mapa que había encontrado, con sus símbolos crípticos y líneas desdibujadas, estaba cuidadosamente plegado en su mochila, acompañado por la brújula desgastada que parecía palpitar con una energía propia. Cada paso que daba era un baile con el destino, el suave crujido de la grava bajo sus pies resonando con su determinación. A medida que navegaba por los senderos serpenteantes, los imponentes picos se alzaban sobre ella como antiguos centinelas que guardaban sus secretos.
El aire era fresco y revitalizante, llevando consigo los susurros de leyendas olvidadas. El corazón de Barbra latía con anticipación, su mente un torbellino de posibilidades y preguntas. ¿Qué se ocultaba en estas montañas? ¿Qué historias habían llevado los vientos durante siglos?
Su camino la llevó a un pequeño pueblo anidado al pie de las montañas. Los lugareños la miraban con una mezcla de curiosidad y cautela, sus rostros marcados por los duros elementos y el peso de historias no contadas. Barbra se acercó a ellos con una sonrisa amistosa, esperando obtener alguna pista sobre los misterios del mapa. Sin embargo, sus preguntas fueron recibidas con un silencio gélido y miradas desconfiadas.
Era como si todo el pueblo estuviera atado por un pacto tácito para proteger los secretos de las montañas. Sin dejarse desanimar, Barbra continuó, su determinación inquebrantable. Sabía que la primera pista, la brújula, era solo el comienzo. Pero al seguir la dirección de su aguja, se encontró ante un abismo aparentemente infranqueable.
Los vientos aullaban a través de la garganta, burlándose de sus esfuerzos con su aliento helado. La frustración roía su determinación, pero se negaba a retroceder. Justo cuando la duda comenzaba a asomarse, una anciana apareció en el borde del pueblo. Sus ojos, agudos y conocedores, parecían penetrar la fachada de confianza de Barbra.
"Buscas lo que no debería ser encontrado," murmuró, su voz apenas audible sobre el viento. El corazón de Barbra dio un salto. ¿Era esta mujer la clave para desentrañar el misterio? Pero antes de que Barbra pudiera preguntar más, la mujer se dio la vuelta, dejando solo una advertencia críptica flotando en el aire.
"Las montañas guardan sus propios consejos," dijo, desvaneciéndose en las sombras de su hogar. Barbra se quedó de pie al borde del descubrimiento, su mente una cacofonía de preguntas y posibilidades. A medida que el sol se ocultaba en el horizonte, pintando el cielo con tonos de naranja y púrpura, Barbra se encontró en una encrucijada. La primera pista la había llevado a un callejón sin salida, pero sabía que el viaje estaba lejos de terminar.
Con el mapa aún en mano y la brújula guardada de forma segura en su bolsillo, prometió continuar su búsqueda al amanecer. La noche trajo consigo un frío helador, pero Barbra encontró consuelo en la calidez de una pequeña fogata que encendió junto a su campamento. Sus pensamientos regresaron a las palabras de la anciana, y no podía sacudirse la sensación de que las respuestas que buscaba estaban más cerca de lo que imaginaba. Mientras las estrellas centelleaban por encima, se hizo una promesa silenciosa: descubriría la verdad, sin importar el costo.
Barbra se recostó, el suelo duro bajo ella un recordatorio de los desafíos que aún estaban por venir. Pero no era ajena a la adversidad. Su vida había sido una serie de pruebas, cada una moldeándola en la mujer que era hoy. Con un corazón decidido y un espíritu inquebrantable, se dejó llevar hacia un sueño inquieto, mientras los vientos seguían susurrando sus secretos a la noche.
La mañana traería nuevos desafíos, pero Barbra estaba lista. Las montañas aún no habían revelado sus secretos, y ella estaba decidida a ser quien los descubriera. Poco sabía que el camino por delante la pondría a prueba de maneras que nunca había imaginado. Pero por ahora, descansaba, sus sueños llenos de visiones de lo que había más allá del horizonte.