CHAPTER 1 - Shadows on the Turia

El inspector Juan Ovieda es llamado a un almacén desierto en el puerto donde se encuentra el cuerpo de un periodista local, conocido por investigar a la élite de la ciudad. La escasa evidencia física y los rumores de interferencias de alto nivel ya están circulando, complicando la investigación. En la escena, Juan se encuentra con un miembro de la influyente familia Castillo, quien parece decidido a mantener a la prensa a raya. Mientras Juan examina la escena del crimen, descubre un artefacto enigmático, una pequeña llave de bronce con un diseño intrincado, que no reconoce. Esta llave se convierte en su primera pista, dejándolo preguntándose sobre su significado y origen.
Valencia despertó bajo un resplandor ocre mientras la primera luz del amanecer se deslizaba por la ciudad. La llamada que sacó al Inspector Juan Ovieda de su apartamento junto al río llegó con la urgencia de un nuevo caso: un cuerpo encontrado en el almacén del puerto. El aire estaba impregnado del salitre del mar mientras Juan recorría las tranquilas calles en su clásica Moto Guzzi, el rugido del motor resonando contra los antiguos edificios de piedra. El almacén se erguía al borde del puerto, su fachada, que alguna vez fue vibrante, ahora descolorida y descascarada.
Dentro, la escena era cruda e inquietante. Un joven yacía sin vida en el frío suelo de hormigón, sus ojos mirando vacíos hacia el tragaluz roto arriba. Juan notó la ausencia de sangre, la falta de lucha y el silencio escalofriante que llenaba el espacio. La víctima fue rápidamente identificada como un periodista local conocido por su incesante búsqueda de la verdad, frecuentemente indagando en los asuntos de la élite de Valencia.
Escasas pruebas físicas lo rodeaban: una cámara rota, un cuaderno con páginas desgastadas y un solo zapato, cuya pareja no estaba a la vista. Los pensativos ojos marrones de Juan escanearon la escena, sin perder detalle, pero encontrando poco que le hablara. Rumores de interferencias de alto nivel ya comenzaban a circular. Susurros sobre conexiones políticas y familias poderosas con secretos que proteger llegaron a los oídos de Juan incluso antes de que él llegara.
Su reputación de integridad y su incansable búsqueda de justicia le habían ganado tanto respeto como enemigos, y sabía que este caso no sería diferente. Mientras examinaba la escena, la mirada de Juan se vio atraída por una figura que se mantenía en las sombras: un hombre impecablemente vestido con un traje a medida, su comportamiento, tranquilo pero imponente. Era Enrique Castillo, un miembro de una de las familias más influyentes de Valencia. Su presencia era un testimonio de la importancia del caso y un recordatorio de los obstáculos que Juan tendría que enfrentar.
“Inspector Ovieda,” saludó Castillo con un asentimiento, su voz suave y ensayada. “Confío en que manejarás este asunto con la discreción que merece.”
Juan sostuvo su mirada, sin dejarse intimidar por la amenaza velada. “Trato todos los asuntos con la atención que merecen, Señor Castillo,” respondió, su voz firme. El encuentro dejó a Juan inquieto, el peso de la influencia de la familia Castillo presionando fuertemente sobre la investigación.
A medida que el sol de la mañana ascendía, proyectando sombras largas sobre el suelo del almacén, Juan continuó su examen de la escena. Fue entonces cuando notó algo brillante bajo la cámara rota: una pequeña llave de bronce, con un diseño intrincado y desconocido. La recogió, dándole la vuelta en la mano, el metal frío y suave contra sus dedos. No era como nada que hubiera visto antes, su propósito y origen eran un misterio.
La llave era su primera pista, una pieza tangible del rompecabezas que tenía ante él. Pero, ¿qué abría? ¿Y cómo estaba conectada a la muerte del periodista? Mientras Juan guardaba la llave en el bolsillo, su mente corría con posibilidades, cada una más inquietante que la anterior.
Las preguntas giraban en su mente mientras salía del almacén, el peso de la investigación asentándose sobre sus hombros. El camino por delante era incierto, lleno de intrigas políticas y peligros ocultos. Sin embargo, como siempre, Juan estaba decidido a descubrir la verdad, sin importar dónde lo llevara. El día apenas comenzaba, y con él, la promesa de secretos aún por revelar.
Mientras Juan regresaba hacia la ciudad, con la llave de bronce apretada en su bolsillo, no podía deshacerse de la sensación de que este caso lo probaría de maneras que nunca había imaginado. ¿Qué habría al final de este oscuro y retorcido camino?